Liderazgo saludable… ¿también para las PYMES?

RHSaludable
septiembre 29, 2014

Desde diversos medios y fuentes (entre las que me incluyo), se está «bombardeando» con información para que integremos modelos de gestión en nuestras empresas, más respetuosos con la salud de las personas (a nivel físico, mental y social).

smilesignMe gustaría pensar que las empresas que se adhieren a la etiqueta «organización saludable» lo son realmente, y no para «lucir el sello» o porque «está de moda» sino porque tienen una política muy consciente de prácticas saludables y proactivas, por escrito, que han comunicado a toda la plantilla, que vigilan e incentivan su cumplimiento, etc.

Pero bueno, este es otro asunto…

Me gustaría abordar este post desde el enfoque que permite poner el adjetivo «saludable» a las prácticas de liderazgo o dirección de personas, que es donde yo puedo aportar mayor valor.

Lo que ocurre es que, ante tal avalancha de información sobre esta cuestión, podemos pensar (sobre todo las Pymes) «¿Liderazgo saludable?». «¡Bastante tengo con poder vender lo suficiente, facturar y cobrar para pagar a empleados, proveedores y demás acreedores!». Y lo sé porque lo he vivido «en mis propias carnes».

Y no nos falta razón, porque con el cambio estructural al que estamos asistiendo en primera persona y  las pocas facilidades de la administración, hace falta mucha valentía y tesón para estar «al pie del cañón» todos los días con fuerza e ilusión renovada.

De todas formas, si alguien nos preguntase si, como directivos, ejercemos un liderazgo saludable con las personas, muy probablemente contestaríamos afirmativamente porque no creo que nadie piense que su liderazgo sea tóxico o poco saludable.

Ahora bien, para poder contestar adecuadamente la pregunta anterior y la que forma parte del título de este artículo, hace falta saber en qué consiste el «liderazgo saludable», por qué es eficaz y, sobre todo, qué coste tiene.

¿En qué consiste el liderazgo saludable?

En primer lugar decir que el adjetivo «saludable» indica que se trata de un liderazgo que beneficia o mejora la salud (física, mental o social) del receptor o receptores (y en este caso también del emisor) y nunca la perjudica. En este caso voy a centrarme en la salud psicosocial.

Hoy sabemos que la salud psicosocial tiene un fuerte impacto en la salud física, así como en la satisfacción y la conducta productiva del trabajador, siendo éstas directamente proporcionales al bienestar psicosocial.

Además, para dar un enfoque más riguroso, me gustaría exponer la definición que propone Salanova, Llorens, y Rodríguez-Sánchez (2009, p258), sobre qué son organizaciones saludables:

“Aquellas que ponen en marcha estrategias sistemáticas, planificadas y proactivas para mejorar la salud de los empleados y la salud financiera de la organización, mediante buenas prácticas relacionadas con la mejora de las tareas (p.ej., diseño y rediseño de puestos), el ambiente social de la organización (p.ej., canales de comunicación abierta) y la organización (p.ej., estrategias de conciliación trabajo/vida privada), y además generan resultados relacionados con la excelencia organizacional, y mantienen óptimas relaciones con el entorno organizacional y la comunidad».

Podemos decir entonces, que el liderazgo saludable es una práctica organizacional que tiene en cuenta tanto los resultados como las personas, de forma equilibrada globalmente.

¿Por qué digo globalmente? Porque unas veces las circunstancias nos obligarán a inclinarnos hacia los resultados (cumplir una entrega o hito) y otras veces nos inclinaremos hacia las personas (facilitar descansos, celebrar o recompensar).

Por lo tanto, vemos que ejercer un liderazgo saludable no es ni más ni menos que un recurso de tipo socialque ponemos a disposición de toda la organización, para facilitar la consecución de los objetivos de negocio de forma totalmente compatible y respetuosa con la salud de las personas, que trabajan en pro de esos objetivos.

¿Por qué es eficaz?

Ejercer un liderazgo saludable resulta eficaz porque las conductas de colaboración, proactivas, flexibles, extra-rol, de creatividad, innovación y, en general, las conductas que llevan a dar lo mejor de cada persona en su lugar de trabajo, son impulsadas por la aparición de estados emocionales expansivos, como la alegría, el entusiasmo, el orgullo de pertenencia, la confianza, el respeto, la percepción de justicia y de apoyo.

Sólo un liderazgo saludable es capaz de generar y mantener en el tiempo la cantidad de emociones adecuadas para dar lugar a estados de ánimo expansivos.

Como además, las emociones se contagian de forma ineludible, se generan estados de ánimo colectivos mucho más potentes que los individuales, pudiendo llegar a tener equipos de trabajo capaces de percibir las mayores dificultades y problemas como verdaderos retos y desafíos alcanzables y superables.

¿Qué coste tiene?

El coste va a ser proporcional al tamaño del equipo directivo y dependerá del nivel de salubridad del que partamos.

Tampoco será lo mismo hacer una intervención parcial (un departamento o área) que total (toda la empresa). Eso sí, el efecto será mayor cuanto mayor sea la dosis (y su calidad) recibida en forma de talleres, entrenamiento, seguimiento y mantenimiento.

En cualquier caso, me atrevería a decir (y sé de lo que hablo) que la inversión en liderazgo saludable generalmente es menor que la inversión en tecnología (TIC), especialmente, servicios de implantación y desarrollo de software.

Creo que es de justicia también decir el coste de no realizar la inversión en un liderazgo más saludable.

El coste de no invertir es, en primer lugar, seguir manteniendo los mismos niveles de compromiso y productividad actuales (no hago nada = no cambia nada) a corto plazo.

La mala noticia es que con el tiempo se irán degradando esos niveles de compromiso y productividad, puesto que una descuidada gestión de los estados emocionales, individuales y colectivos, deteriora la colaboración hasta su rotura total (perdida de confianza, fuga de talento, despidos).

Liderazgo saludable…, ¿También para las pymes?

Históricamente, las organizaciones que primero han desarrollado y aplicado un liderazgo saludable han sido las grandes corporaciones. Quizá de ahí viene la creencia de que «estas cosas» sólo son para las grandes empresas que tienen mucho dinero.

Craso error, puesto que hemos visto que la inversión en estas habilidades mal llamadas «blandas», hoy son el «núcleo duro» del liderazgo eficaz y pueden llegar a ser incluso más económicas y rentables que invertir en tecnología, marketing o publicidad.

Precisamente, desde mi punto de vista, aplicar este tipo de liderazgo es mucho más fácil y eficaz en una Pyme, debido a la mayor agilidad y flexibilidad en la toma de decisiones puesto que no depende de grandes estructuras jerárquicas.

Además, en la Pyme es más visible de forma directa y global el efecto de nuestro liderazgo puesto que vemos a casi la totalidad de la plantilla a lo largo de la semana. Por lo tanto tenemos feedback, casi, casi, en tiempo real. De esta manera podemos ir corrigiendo y mejorando nuestras habilidades más rápidamente.

¿Cuándo empezamos a ejercer un liderazgo saludable en nuestra empresa? ¿O seguimos retrasando sus beneficios?

Juan Pedro Sánchez

Psicólogo del Trabajo y las Organizaciones
Autor del blog http://www.lapalancadelexito.com/blog

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