Antonio Valenzuela: “El contacto humano real, el vínculo y la tribu son la medicina más antigua y eficaz contra el estrés”

RHSaludable
abril 08, 2025

El pasado 20 de marzo, Zaragoza acogió una nueva edición de FORSA 2025, el Fórum de Organizaciones Saludables, que reunió a más de 150 profesionales, expertos y organizaciones comprometidas con el bienestar laboral.

Uno de los espacios en el marco de este evento, fue el taller titulado Metanoia: Desestresarte” impartido por Antonio Valenzuela y Noelia Romero, dirigido a los miembros de RAES y comunidad DEBO. 

Hablamos con Antonio Valenzuela, autor de libros como “Hijos de la adversidad: Cómo fortalecer tu salud a través de hábitos ancestrales”, “Activa tus mitocondrias: El secreto para una vida más longeva” o “Estimula tu nervio vago: La clave para combatir el estrés, mejorar la digestión y reducir la inflamación”.

En tus libros, hablas mucho sobre el estrés y su impacto en la salud. ¿Cuál es la principal causa del estrés según tu experiencia?

La evolución nos dotó de la respuesta al estrés para salvarnos de peligros vitales, la gran paradoja es que hoy el mayor peligro es nuestra propia mente. La principal causa del estrés, en mi experiencia, es la incoherencia vital que sufrimos día a día. Esa brecha entre lo que somos y lo que creemos que deberíamos ser; entre nuestras expectativas y la realidad. Cuando sucumbimos a lo que la sociedad espera de nosotros y nos desconectamos de lo que verdaderamente necesitamos, el estrés se instala y se alimenta de esa distancia. No es solo lo que vivimos, sino el relato que nos contamos sobre lo vivido. Como decía Epicteto: ‘No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede’. Y hoy nuestro diálogo interno suele ser autodestructivo: que no llegamos, que no somos suficientes, que deberíamos estar en otro lugar, viviendo otra vida.

Una de tus publicaciones habla de los hábitos ancestrales para fortalecer la salud, ¿podrías indicarnos algunos que consideres más importantes?

Efectivamente, las fuentes de estrés en nuestra vida no son solo el trabajo, la familia o la presión social. El verdadero estrés nace del olvido de lo genuinamente humano: de nuestros hábitos ancestrales.

Vivimos desconectados de los ritmos naturales de luz y oscuridad, del movimiento espontáneo del cuerpo, de la tribu, de la respiración profunda, del paseo sin rumbo, de comer con hambre y con atención, del silencio, del contacto humano real y de nuestro verdadero hogar: la naturaleza. El estrés no es el problema en sí. Es una señal. El problema es que hemos olvidado el camino de regreso a casa.

¿Cómo puede la respiración consciente ayudar a restaurar el equilibrio mental y físico cuando nos sentimos abrumados?

La respiración es la alquimista del alma, de la forma en la que respiras es de la forma que vives. Es el puente entre lo que sentimos y lo que podemos transformar. Tú eliges si quieres vivir una vida en piloto automático, superficial y acelerada o consciente, profunda y calmada.

Cuando nos sentimos abrumados, solemos quedarnos atrapados en la mente: rumiando, anticipando, resistiendo. La respiración consciente nos devuelve al cuerpo. Y el cuerpo sabe.

Al respirar profundo y lento, activamos el nervio vago, ese gran mediador entre el cerebro y los órganos, entre el estrés y la calma. El corazón se ralentiza, el sistema digestivo se reactiva, los músculos se relajan. Respirar conscientemente no es solo inhalar y exhalar: es recordarnos que estamos vivos, que podemos pausar, que podemos elegir responder en lugar de reaccionar. Una respiración consciente es, a veces, todo lo que se necesita para empezar a volver a casa.

El estrés es algo que todos enfrentamos, pero ¿crees que la mayoría de las personas son conscientes de su impacto real en la salud?

Para nada. Muchas personas confunden la realización personal y profesional con la autoexplotación, y dan por sentado que el estrés es el precio a pagar por vivir en la modernidad. Pero no es un peaje inevitable: es una hipoteca encubierta. Una deuda silenciosa que va acumulando intereses en forma de fatiga, inflamación, ansiedad, trastornos digestivos, insomnio o enfermedades crónicas. El problema no es solo el estrés, sino normalizarlo. Convertirlo en modo de vida. Y cuanto más tiempo pasamos en ese estado, más lejos estamos del equilibrio, del cuerpo, de nosotros mismos.

¿Crees que vivimos en un mundo de sobreestimulación?

Vivimos en un mundo que nos exige estar disponibles todo el tiempo, producir sin descanso y desconfiar de las pausas que nos invitan a desconectar de fuera para reconectar con dentro.

Vivimos hacia afuera, corriendo detrás de estímulos, validación y productividad. En ese ruido constante, perdemos la capacidad de escucharnos. Y cuando dejamos de escucharnos, empezamos a enfermarnos. En ese desajuste —entre lo que sentimos y lo que mostramos, lo que anhelamos y lo que hacemos—, el cuerpo grita lo que el alma susurra. A ese grito lo llamamos estrés, cuando en realidad es una llamada a la coherencia. Al regreso a lo genuinamente humano.

¿Qué papel juega la digitalización, la constante exposición a la tecnología y a la multitarea?

Parafraseando (con alguna licencia propia) a E.O.  Wilson vivimos en una era en la que nuestras mentes del paleolítico se ven arrastradas por una tecnología del futuro, por algoritmos que nos exigen velocidad, disponibilidad y dispersión. La digitalización ha multiplicado nuestra exposición a estímulos artificiales, pero ha reducido nuestra capacidad de atención, de presencia, de profundidad. La multitarea es un espejismo: creemos que hacemos más, pero en realidad estamos más fragmentados. Saltamos de notificación en notificación como si fuéramos presas nerviosas de un depredador invisible.

Nuestro sistema nervioso no está diseñado para esa sobreexposición constante. Y cuando se ve atrapado en un estado de alerta prolongado, se desregula: se agota, se inflama, se desconecta del cuerpo, de la digestión, del descanso, del vínculo.

La tecnología no es el problema, nos conduce a aprender, al arte, a la ciencia, a conectar con personas a lo largo y ancho del planeta. El problema es usarla sin conciencia, sin límites, sin rituales que nos devuelvan a la presencia. El cuerpo necesita pausas. Necesita lentitud. Necesita silencio para volver a sentirse. Porque el alma no tiene wifi. Necesita contacto.

¿Es posible combatir la inflamación y la aparición de enfermedades crónicas y autoinmunes?

¡Por supuesto! Nuestros genes cargan la pistola de la enfermedad, pero es nuestro estilo de vida quien aprieta el gatillo. Cambiando nuestros hábitos —cómo comemos, cómo dormimos, cómo nos movemos, cómo gestionamos el estrés o cultivamos el vínculo—, cambiamos nuestro destino modificando el terreno en el que esa predisposición genética se expresa. La epigenética nos recuerda que somos más que herencia: somos posibilidades infinitas.

¿El ejercicio físico y dormir bien crees que son dos prioridades en un mundo acelerado como el actual?

Sin duda. Aunque muchas personas los vean como un lujo, son una gran necesidad. Dos pilares olvidados que restauran lo que el mundo moderno nos roba: energía, equilibrio y presencia.

¿Cómo ayuda la alimentación y el ejercicio físico en la salud física y mental?

Nutren el cuerpo, pero también el cerebro. Nos dan claridad, vitalidad y resiliencia. Son actos cotidianos de autocuidado y coherencia.

¿Cuál considera que es el peor hábito que deberíamos eliminar de nuestra vida cotidiana?

Vivir desconectados de nosotros mismos. La desconexión nos lleva a comer sin hambre, a noches sin dormir, a trabajar sin propósito y a relacionarnos sin presencia. Todo lo demás nace de ahí. La salud empieza cuando volvemos a sentirnos. Hay que ir más allá de nuestra y reconectar con nuestro cuerpo. Generar una metanoia.

Para terminar, ¿qué consejo darías a alguien que está comenzando su camino hacia la reducción del estrés y la mejora de su bienestar?.

Que empiece por lo más sencillo y, a veces, lo más olvidado: estar presente con quienes quiere (ya sean de dos o de cuatro patas). No hay técnica de respiración que supere un abrazo sincero y sentido.  El contacto humano real, el vínculo, la tribu son la medicina más antigua, y más eficaz contra el estrés. Y lo mejor: no cuesta nada. Solo tiempo, presencia y corazón.

Si te interesa visualizar las ponencias y mesas redondas que se abordaron en el FORSA 2025 sobre temas de bienestar organizacional, no te pierdas el evento completo en el siguiente enlace.

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