Manual Práctico de Optimismo: Qué hacen nuestros clientes más optimistas (I)

RHSaludable
febrero 02, 2016

El optimismo es una de las fortalezas humanas sobre las que más se está investigando gracias a la corriente de la Psicología Positiva y sobre las que más se habla en estos años de incertidumbre. Desde el ámbito de la consultoría, muchas empresas y profesionales estamos apostando desde hace tiempo por la implantación de sistemas de gestión para potenciar el bienestar creando Organizaciones Saludables. Y, el desarrollo del optimismo -como recurso personal- es uno de los factores de éxito de aquellas personas, equipos y empresas que consiguieron y están consiguiendo alcanzar sus metas. Sabemos que el optimismo, como rasgo de la personalidad, tiene un fuerte componente hereditario. Pero, afortunadamente, también es una habilidad cognitiva que, como cualquier otra habilidad, de puede potenciar y aprender.

La utilización de las numerosas actividades que nos proporciona la investigación científica (Seligman, Lyubomisky…) para potenciar el optimismo en estos proyectos, nos ha permitido comprender con bastante profundidad el enorme potencial que conlleva la práctica del optimismo (inteligente). Además, sin duda, de la imprescindible, al menos en mi caso, práctica personal. El optimismo es inteligente porque no elude la adversidad –como en el caso del optimista iluso- sino que la afronta desde una pauta explicativa orientada a la solución. Solución que el pesimista ya ha dado perdida de antemano.

¿Por qué? Porque el optimista interpreta una adversidad de modo puntual en el tiempo (¿siempre o en determinadas ocasiones?, concreto en el ámbito vital (¿todo o en esta situación? y de modo circunstancial (¿personalizo la adversidad o tengo en cuenta los factores externos?).

Creo, firmemente, que “los grupos son sabios”. Y, durante el desarrollo de proyectos para diseñar y gestionar empresas saludables, he coincidido con decenas de “grupos sabios”. Los teóricos aprendices han sido -y los son- mis auténticos maestros.

Fruto de esta experiencia, queremos compartir algunas de las actividades para potenciar el optimismo que han resultado más efectivas e, incluso, impactantes para quienes fuimos testigos de su práctica. Y, agradecer de antemano a todos los participantes en nuestros talleres su juicio, curiosidad y sentido del buen humor.

Hay una gran variedad de actividades para potenciar el optimismo: Identificar nuestra pauta explicativa ante las adversidades, utilizar el modelo ABC, practicar la gratitud, contar lo mejor de uno mismo, escribir tu obituario (¡sí!), aprender a saborear el momento, establecer objetivos, dejar de “rumiar” pensamientos intrusivos, tomar distancia a través del humor… En este artículo, nos centraremos en una experiencia que viví en un taller al “identificar la pauta explicativa” con un equipo de Directivos. En artículos posteriores, iremos viendo los resultados más interesantes de la aplicación de algunas de las demás actividades mencionadas.

ACTIVIDAD 1: IDENTIFICA TU PAUTA EXPLICATIVA A TRAVÉS DEL “ABC”. Cuando ante una adversidad -o en etapas difíciles- te sorprendas con cierta frecuencia pensando “siempre pasa lo mismo”, “no hay manera de que nada salga como es debido”, “es que no acierto una”…, es que estás adoptando una mirada pesimista. Y tendrás ciertas probabilidades de, efectivamente, acabar “no acertando ni una”. La clave para “pensar bien” estriba en discutir ese tipo de pensamientos porque son irracionales. El modelo ABC de Albert Ellis ha sido “rescatado” con éxito por Seligman para la ocasión.

cubosVeamos un caso. Carlos es un ejecutivo que, siguiendo el modelo ABC, nos contó cómo estaba viviendo una situación desfavorable. La adversidad (A) era que “se había producido un fallo en el almacén”. Lo que Carlos pensaba (B, Beliefs) era que este tipo de fallos “siempre producían conflictos graves”. La consecuencia (C) era doble: a nivel emocional estaba muy enfadado y, a nivel conductual, estaba dispuesto a “cantarle las cuarenta” a más de uno en cuanto se presentase por el almacén. Aquí entra en escena la discusión (D) de los pensamientos irracionales. “Carlos”, le pregunté, “este tipo de fallo, ¿siempre produce conflictos graves?”. “Siempre”, respondió fríamente. Volví a insistir. “Carlos, siempre es siempre, ¿siempre se producen conflictos graves?”. Me taladró con la mirada mientras el grupo aguantaba la respiración. “¿Quieres que te lo diga más claro o más alto?”, me espetó. Así que, volví a preguntar con -aparente- calma. “¿Siempre que se producen conflictos, son SIEMPRE TODOS graves?”. Segundos de silencio y de tensión. En ese momento, Carlos farfulló algo que no conseguimos entender. Lo que estaba diciendo era “que no, que no siempre se producían conflictos graves”. Inmediatamente, al expresar este nuevo pensamiento, se relajó, solo un poco, para ser totalmente sincero. Pero se relajó. Entonces le pregunté qué pensaba hacer cuando fuera al almacén al día siguiente. “Preguntar qué ha pasado para no precipitarme”, respondió. “¡Perfecto!”, pensé, “ha sido una demostración muy clara de cómo podemos discutir con éxito nuestros pensamientos cuando queremos solucionar un problema sin caer en el pesimismo”. Pero, sin tiempo de compartir la reflexión con el grupo -ya más aliviado-, Carlos se revolvió: “Pero como el fallo se haya producido por lo que yo creo, ¡se van a enterar!”.

Y es que manejar nuestros pensamientos no es tan fácil, sobre todo cuando las emociones “negativas” se han apoderado de nosotros. Por eso es tan importante encontrar los momentos y los espacios para “parar” y poder identificar qué estamos pensando cuando tenemos un problema. La pauta pesimista es a veces muy sutil y nos pasan desapercibidos pensamientos irracionales que nos afectan y nos hacen más vulnerables ante la adversidad.

Probablemente, ahora podrás identificar en otros su pauta explicativa ante un problema: optimista o pesimista. Piensa un momento y te vendrán a la cabeza qué personas en tu equipo usan este tipo de expresiones (“nunca”, “siempre”, “todo”, “nada”, “no soy capaz”, “ha sido un golpe de suerte”, etc.) y cómo afecta a su rendimiento y al de sus colegas. El modelo ABC es una excelente herramienta para el líder pues, mediante la observación y el uso de las preguntas adecuadas, se pueden promover personas y equipos más optimistas. Pero, como hemos visto en el caso de Carlos, comenzando por ti mismo.

Así que “piensa bien… y acertarás”.

¡Seguimos!

 

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